lunes, 26 de noviembre de 2012


La deforestación y sus causas

Los ritmos de deforestación que sufre nuestro país son alarmantes. La acelerada destrucción de los bosques ha colocado en estado de emergencia a una gran variedad de especies de flora y fauna que dependen de ese ecosistema. Entre esas especies se encuentra la humana.

Nuestros bosques se desvanecen y con ellos todas las especies que los habitan. El ritmo de deforestación que padece México es uno de los más intensos del planeta: de acuerdo con el Instituto de Geografía de la UNAM, cada año perdemos 500 mil hectáreas de bosques y selvas. Eso coloca en riesgo de extinción a una gran variedad de plantas y animales, así como a muchas comunidades que a lo largo de generaciones han encontrado en este ecosistema un medio de vida, a tal grado que han aprendido a aprovecharlo sin destruirlo. Esto también nos coloca en el quinto lugar de deforestación a nivel mundial.

México es uno de los países con mayor biodiversidad en el planeta, y una gran parte de esa biodiversidad depende de los bosques y selvas. Esa riqueza natural ha tenido una expresión en el terreno cultural, donde múltiples culturas han creado formas sociales, culturales y artísticas en torno a este ecosistema. Hoy, esto está en riesgo.

La deforestación conlleva una drástica disminución en el suministro de agua a escala local y nacional. Asimismo, rompe el equilibrio climático a nivel regional e incluso planetario, lo cual exacerba la amenaza que representa el cambio climático global.

En México, la principal causa de deforestación es el cambio de uso de suelo para convertir los bosques en potreros o campos de cultivo. Esa práctica ha sido fomentada por todos los niveles de gobierno, que sólo han visto los bosques y las selvas como terrenos ociosos, sin poder entender sus múltiples beneficios ni su carácter vital. Una serie de incentivos perversos brindados por el gobierno ha propiciado que la gente corte sus bosques a cambio de recursos económicos.

Otro factor que atenta contra los bosques es la tala ilegal, un problema grave en nuestro país pues se estima que el 70% del mercado nacional de madera tiene procedencia ilegal.

Pese a esto, Greenpeace considera que estamos a tiempo para frenar esta escalada depredadora y garantizar la supervivencia de nuestros bosques y selvas.

Una de las más grandes preocupaciones ambientales de las últimas décadas ha sido la imparable pérdida de bosques alrededor del mundo. De acuerdo con el reporte “La situación de los bosques del mundo 2007″ de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), la deforestación a nivel mundial es de alrededor de 13 millones de hectáreas por año. De esta manera, a lo largo de los 15 años transcurridos entre 1990 y 2005, el mundo perdió el 3 por ciento de su superficie forestal total.

México no escapa de esta problemática, ubicándose en el sexto lugar a nivel mundial entre los países con mayor deforestación y ganándose la medalla de plata en América Latina, detrás de Brasil. Algunos investigadores indican que de continuar las tendencias actuales, las selvas tropicales mexicanas habrán desaparecido antes del año 2050.

Hay que anotar que las estimaciones sobre la deforestación en México son muy variadas, yendo de las 300 mil hasta las 1.5 millones de hectáreas por año. Esta falta de consistencia se debe en gran medida al uso de metodologías y definiciones diferentes, aunque también hay un claro toque de manipulación que se hace evidente en las cifras recientes oficiales (mismas que se entregan a la FAO) que sitúan a la deforestación entre las 300 y las 400 mil hectáreas por año. Esto resulta sumamente sorprendente ya que antes de 2003 esas mismas cifras superaban las 600 mil hectáreas. Evidentemente no hubo ningún acto político o milagroso que redujera a la mitad de un año a otro el ritmo de deforestación. Estudios independientes, como aquel preparado por el Instituto de Geografía de la UNAM en 2001, confirman que la cifra es más cercana a las 600 mil hectáreas por año y que se trata de una tendencia persistente.

“México pierde 600 mil hectáreas de bosques al año”

La problemática de la pérdida de bosques y selvas es especialmente significativa para México por ser uno de los países mega diversos del mundo. Se calcula que alrededor del 10 por ciento de la diversidad global de especies se concentra en el territorio mexicano, y México se ubica en el quinto lugar en número de especies de plantas, cuarto en anfibios, segundo en mamíferos y primero en reptiles. Por otro lado, los bosques mexicanos de pinos y encinos son los más ricos del planeta, compuestos por 55 especies de pinos (85% de las cuales son endémicas) y 138 especies de encinos.

Por supuesto, la importancia de los bosques mexicanos no se limita a su riqueza biológica. Representan el sustento económico de miles de familias y brindan servicios ambientales invaluables para la sociedad como la captación y purificación del agua, la conservación del suelo, la captación de carbono, el control de las inundaciones, entre muchos otros.



CAUSAS

Al analizar las causas de la deforestación es muy importante reconocer la existencia tanto de causas inmediatas (o directas) como de causas subyacentes (o indirectas).

Las principales causas directas incluyen la transformación de selvas en terrenos agrícolas y ganaderos; la recolección intensiva de leña como combustible; la agricultura itinerante de roza, tumba y quema; la tala comercial; algunos desastres naturales como los incendios, entre otros. Hay amplio consenso de que el elemento de mayor peso es el desmonte provocado por la expansión de la ganadería y la agricultura. De acuerdo a varios estudios, la agricultura itinerante es responsable del 35 por ciento de la deforestación en América Latina y el Caribe, mientras que en Asia y África el porcentaje aumenta a 49 y 70 por ciento respectivamente. La expansión ganadera, por su parte, es la causa directa de mayor peso en América Latina, atribuyéndosele un 65 por ciento. Por otro lado, aún no existe un consenso similar en cuanto al papel que juega la extracción comercial de maderas.

Tampoco hay consenso sobre las principales causas subyacentes, y parece ser que dependen en gran medida del contexto. No obstante, las más aludidas son los incrementos en los precios agrícolas, el aumento de la producción agrícola, la construcción de caminos de acceso a áreas boscosas, el incremento de la población, y políticas de fomento a la agricultura y la ganadería extensivas, y a la colonización agraria.

Es un hecho que en México el cambio de uso de suelo forestal a actividades agrícolas y ganaderas es una de las principales fuentes de eliminación de la superficie forestal. Los terrenos dedicados a la ganadería y la agricultura se han venido expandiendo continuamente. De la década de 1970 a 1993 éstos aumentaron su extensión en 6.4 millones de hectáreas, y de 1993 al 2002 se incrementaron en casi 3 millones de hectáreas según datos oficiales.

No obstante, es importante tener en cuenta los factores indirectos que explican por qué se ha favorecido esta expansión  agrícola y ganadera, en lugar de una silvicultura sustentable. Entre esos factores están los proyectos gubernamentales de colonización y desarrollo. Por ejemplo, tuvo un gran impacto el reparto de tierras que se hizo en el sexenio de Adolfo López Mateos (1958-1964) como respuesta a las demandas de más de dos millones de campesinos sin tierras- que implicó abrir la selva tropical húmeda a la colonización. Por otra parte, en las décadas de 1960 y 1970 se creó una serie de proyectos de desarrollo, como el Plan Chontalpa y el Plan Balancán-Tenosique, con la intención de convertir grandes extensiones de selva tropical en tierras de cultivo y pastizales para la ganadería. Estos planes implicaron no sólo el desperdicio irrecuperable de recursos forestales sino que los resultados agropecuarios se han vuelto mediocres dado que los suelos no son aptos para estas actividades, y se han degradado rápidamente.


 “Alrededor del 10% de los árboles plantados en las campañas de reforestación sobreviven.”

De manera paralela, históricamente ha habido una falta de apoyo al sector forestal.

El presupuesto canalizado a la silvicultura ha representado convencionalmente alrededor del 4 por ciento del presupuesto para la agricultura. Favorecer la producción de alimentos frente al aprovechamiento de los recursos forestales claramente ha influido en las decisiones de desmontar bosques y selvas. Además, gran parte de los recursos para el sector forestal se destinan a programas de reforestación, que tienen poca utilidad más allá de sus efectos mediáticos ya que una muy pequeña proporción de los árboles sobrevive. Recientemente, Greenpeace México anunció que alrededor del 10 por ciento de los árboles plantados en las campañas de reforestación sobrevivían. En comparación con los recursos para la reforestación, muy poco se destina a programas de manejo forestal sustentable. De acuerdo con el Presupuesto de Egresos de la Federación para el Ejercicio Fiscal 2007, los programas de reforestación (Procoref y el Programa de Manejo de Germoplasma y Producción de Planta) acapararon casi 48 por ciento de los recursos de la Comisión Nacional Forestal, mientras los programas que podrían apoyar al manejo forestal sustentable (principalmente el Prodefor) no superaron el 18 por ciento del presupuesto. Esto significa que menos de 20 por ciento del presupuesto para el sector forestal fue canalizado a las comunidades y ejidos mexicanos que tienen en sus manos alrededor del 80 por ciento de los bosques y selvas del país.

Los proyectos de construcción de carreteras en zonas con bosques y selvas son otro factor indirecto importante detrás de la deforestación. Estas carreteras permiten que los taladores ilegales se introduzcan más fácilmente y “descremen” los bosques, es decir que extraigan los árboles más preciados. Eventualmente, es probable que un bosque descremado sea desmontado para uso agrícola, ganadero o urbano. Es por esta razón que resulta alarmante la construcción de la carretera Lerma-Tres Marías que pasaráa por el corredor biológico Chichinautzin, la reserva estatal Otomí-Mexica, así como por los remanentes de las ciénagas del Lerma. Estos bosques contienen una gran riqueza natural y abastecen al Distrito Federal con gran parte del agua y aire que consume. Al impacto negativo del proyecto se suma el hecho de que la región ya está bien comunicada y no necesita con urgencia otras carreteras.

“Menos de 20% del presupuesto para el sector forestal fue canalizado a las comunidades y ejidos mexicanos quienes son dueños del 80% de los bosques y selvas del país.”

Por último, resalta el papel que han jugado las políticas centralizadas y unilaterales que no incluyen la participación campesina, sobre todo en lo que concierne a la creación de áreas protegidas y biosferas de conservación. Por ejemplo, la creación de la Reserva Integral de la Biósfera de Montes Azules en 1978 se hizo sin consultar a los habitantes y a especialistas de la región, por lo que cerca del 80 por ciento de la reserva quedó situada dentro de la comunidad lacandona que fue dotada con esos recursos desde 1972. De esta manera, el aprovechamiento sustentable de los bosques quedó anulado como opción productiva para los habitantes por lo que ante la falta de oportunidades de participación dentro de la reserva y frente a la ausencia de monitoreo gubernamental- su respuesta fue la tala ilegal selectiva y los desmontes. Casos similares han ocurrido en la Sierra de Santa Marta, Veracruz, y en los ejidos de Melchor Ocampo y El Paso, Michoacán, donde a partir de 1986 se creó la Reserva Especial de la Biósfera de la Mariposa Monarca.
Equipo #1
Lisa Michelle Monter Arauz
Debanhi Lujano Guerra
Ariadna Giselle Perez Lemus
Jesica Esther Hernandez Range
Alma Gracia Dominguez Juarez

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